sábado, 23 de octubre de 2010

Casa, dolce casa.

Ya va a hacer un mes que estoy instalada en la que será mi casa durante este año. De todos los pisos que visité con María, la mia compagna de repubblica indipendente, este fue el único que no fui a ver por qué tenia las clases de mi amado cursillo de italiano. Pero ella vino, lo vió y me dijo que era el mejor de todos. Así que confié en su criterio y quedamos con el casero (Andrea! Plas - Plas) para firmar (realmente no podía ser peor que un piso con una cama de matrimonio donde pretendían desmontarla y poner dos colchones en el suelo o aquel otro donde la mujer de la casa había muerto en la misma cama, olía raro, la temática era completamente anciana y pretendían hacer lo mismo con los colchones).
Llegué aquí y me encantó.

 Balcón monismo.
Tenemos dos habitaciones, una para nosotras y otra para Juliette, nuestra compagna italiana que es un verdadero encanto. Tenemos un baño estrecho pero grande, un balcón monísimo y, lo más importante, una cocina con comedor incorporado. Es decir tenemos comedor, cosa que en la mayoría de casas no tienen ya que lo adaptan para que sea una habitación más. Y sinceramente, yo o tenía comedor o me pegaba un tiro. Por qué tener que estar todo el día metida en la habitación no lo veía.
María y nuestra lavadora.




Así que tras casi un mes aquí y a pesar de los contratiempos (la lavadora en un lugar poco estratégico, las máquinas que limpian a las tres de la mañana, la  cerradura de la puerta y sus secretos, que aún estemos robando el wifi del vecino y las misteriosas pelusas que aparecen de la nada aunque acabes de barrer) puedo decir que me encanta.
Me gusta mi nuevo piso, mi vía privata, mi barrio*, mi ciudad y mi nueva vida.







*En la siguiente entrada, nuestro barrio y la legalidad.

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